La historia de ROLEX y su creador, Hans Wilsdorf
Rolex es una de esas marcas de relojes de gran fama, una de esas que todos y todas queremos lucir en nuestra muñeca. Con un estilo atemporal, gran prestigio y una precisión certificada se han convertido en objetos de lujo que no están al alcance de cualquiera. Lo que sí puede conocer el común de los mortales es la historia que se esconde tras las manecillas suizas más famosas.
Para ello hay que viajar en el tiempo hasta 1904. En aquel momento Hans Wilsdorf y Alfred Davies luchaban para sacar adelante su negocio de distribución en Londres: ellos se encargaban de proporcionar a los relojeros los movimientos de Suiza para que los instalaran en las cajas inglesas. Sin embargo, aquellas maquinarias tenían un defecto: no eran precisas.
De ello se dio cuenta Wilsdorf, que a sus 24 años decidió diseñar unos engranajes de gran exactitud sin dejar de lado el estilo. Estos serían los elementos diferenciadores de Rolex, que nacía en 1908 cuando llevó la teoría a la práctica desarrollando el mecanismo de precisión que ha hecho famosa a la marca. Lo hizo en Berna (Suiza), donde también dio forma a la Fundación Wilsdorf que sigue siendo la propietaria de la firma.
Precisión suiza… y británica
Rolex lo tenía todo para triunfar. O casi todo. Y es que para convertirse en un referente necesitaba el reconocimiento de alguna institución que confirmase la eficacia de ese mecanismo. A Hans le costó, pero logró el certificado Suizo de Precisión Cronométrica otorgado por el Centro Oficial de Calificación de Relojes. O lo que es lo mismo: el impulso que necesitaba su marca para que las ventas se disparasen.
Años después, en 1914, su Rolex recibió una distinción reservada para los cronómetros marinos… hasta ese momento: el título ‘Clase A’ del observatorio Kew de Londres. Tras un breve traslado a Reino Unido en 1919 motivado por la búsqueda de una economía de escala y de una importación más barata de plata y oro, la marca regresó a Suiza donde escribiría los siguientes capítulos de su historia.
El primer sumergible
Y es que Hans Wilsdorf se encontró con dos nuevos obstáculos que sus relojes debían superar si quería seguir manteniendo su cartera de clientes: la presencia de polvo y la humedad. En 1926 creó Oyster, la primera caja herméticamente sellada y, por lo tanto, el primer mecanismo resistente al agua.
El Oyster Perpetual cogería el relevo en 1931: se trataba del primer reloj automático de cuerda. En 1945 Wilsdorf se desmarcaría una vez más con una nueva vuelta de tuerca. En aquel momento todas las marcas estaban centradas en diseñar y producir mecanismos para la industria militar, pero él apostó por el Datejust: un producto que mostraba la fecha en el panel justo a medianoche. Una nueva revolución que ayudó a que la fama de Rolex siguiera creciendo hasta nuestros días.