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El soviético que descifró la escritura maya, sin visitar jamás la zona maya.

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Muchos mexicanos desconocen la historia de Yuri Knórozov, un soldado comunista que sin haber viajado nunca a los territorios mayas tuvo la capacidad e intelecto para descifrar un par de códices mayas fundamentales para la comprensión de su escritura.

Yuri Valentinovich Knórozov nació el 19 de noviembre de 1922 en la extinta Unión Soviética, en la región que ahora conocemos como Ucrania. Al igual que su familia, desde muy pequeño mostró un interés particular por el conocimiento, destacándose como autodidacta para el aprendizaje del griego, árabe y chino. En 1939, se inscribió a la Facultad de Historia de la Universidad de Járkov, pero un par de años después, pospuso sus estudios para luchar en el Frente Oriental en la Segunda Guerra Mundial. 

Evacuando una biblioteca en Berlín, Yuri encontró un libro llamado Códices mayas, escrito por Villacorta y Villacorta y publicado en 1930, el libro contenía reproducciones de los tres códices mayas conocidos hasta entonces: el Códice Dresde, el Códice Madrid y el Códice de ParísYuri sintió una fuerte atracción por la cultura maya y decidió llevarse el libro de vuelta a Moscú, para cambiar su carrera y poder dedicarse a la etnografía, carrera que le llevó a realizar exploraciones arqueológicas en Asia, en donde desarrolló un interés por los estudios de egiptología y jeroglíficos

Foto: InfobaePero la cultura maya volvió a tocar a su puerta, cuando Yuri leyó un artículo de Paul Schellhas, El desciframiento de las escrituras mayas, ¿un problema insoluble?, y, convencido de que un ser humano podía descifrar los códices creados por otro ser humano, Serguéi Tókarev, profesor de Yuri, le encomendó la titánica tarea de descifrar los jeroglíficos mayas.

Yuri Knórozov se enfrentó con varios problemas antes de siquiera poder intentar descifrar estos códices, comenzando por el idioma, tuvo que aprender español para poder estudiar de una manera más integral la información que existía al respecto de lacultura maya, además de que por motivos propios de la Guerra Fría le era imposible realizar viajes a México o Centroamérica, así que toda su investigación la tuvo que hacer desde Leningrado.

Para entonces sólo había una persona que había intentado descifrar los códices mayas, el misionero franciscano Diego de Landa en el siglo XVI, quien tuvo la oportunidad de convivir con la cultura maya en su esplendor, sin embargo, realizó traducciones y narraciones muy imprecisas. Yuri decidió rescatar un apartado escrito por De Landa llamado Alfabeto maya, que sirvió de base para el desciframiento de los glifos, un texto que había quedado en el olvido en la Real Academia de la historia de Madrid.

Foto: UcrazyGracias a los conocimientos lingüísticos de Knórozov, pudo determinar que el error de Diego de Landa era interpretar los jeroglíficos como una secuencia de letras, Yuri determinó que en realidad los mayas usaban sílabas compuestas por 355 signos y por lo tanto la transportación de las estructuras simbólicas no era posible, como lo explica el investigador de la Universidad Veracruzana, Pedro Jiménez Lara,

«Los glifos escritos por los antiguos mayas consistían tanto de logogramas (signos usados para representar una palabra completa) como de signos fonéticos, en los cuales cada glifo representa una combinación consonante-vocal, y que una palabra maya formada por una combinación consonante-vocal-consonate era escrita con dos glifos, quedando sin pronunciar la vocal del segundo glifo (principio de sinarmonía)».

Los sorprendentes resultados de su investigación fueron publicados con el título de La escritura antigua de América Central, pero no tuvieron una buena respuesta de la academia internacional debido al estigma sobre el comunismo y a que esta investigación se contraponía al escrito del arqueólogo británico, Eric Thompson. Este logro fue reconocido únicamente en la URSS, gracias a esto se generó una oleada de jóvenes interesados en los estudios latinoamericanos, y por ende, nuevas instituciones para este tipo de estudios.

Fue hasta el año de 1991, en pleno derrumbe del régimen soviético, cuando Yuri Knórozov fue invitado a Guatemala para condecorarlo con la Orden del Quetzal y no perdió la oportunidad para visitar por primera vez algunas zonas arqueológicas mayas de Guatemala. Tres años después, participó en el Tercer Congreso Internacional de Mayistas en México, además de conocer las zonas arqueológicas de Palenque, Chiapas y Quintana Roo recibió la Orden del Águila Azteca, la más alta condecoración que entrega el gobierno mexicano a un extranjero. En 1999 murió en San Petersburgo como consecuencia de un derrame cerebral. 

Foto: Wikimedia Commons

En México se le recuerda con varios centros culturales que llevan su nombre y una figura de bronce enmarcada por la frase a los pies, «En mi corazón, siempre seré mexicano», oración que pronunció al recibir en 1994 la Orden del Águila Azteca.

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