Cuando la URSS espió a Juan Pablo II y le inventó una amante
Los servicios secretos polacos, a las órdenes de la URSS, ejercieron un intenso y prolongado seguimiento de Karol Wojtyla entre 1946 y los primeros años de su papado. Las operaciones habrían incluido un montaje para hacer creer a la opinión pública que tenía un lío de faldas. Esto sostienen los expertos y excolaboradores del pontífice entrevistados en el documental Wojtyla. La investigación, que el escritor y realizador José María Zavala presenta hoy en la Sala Virtual de Cine y otras plataformas digitales, así como en la web de edreams
El filme es en su mayor parte un canto entusiasta a las virtudes y dones del que sus antiguos ayudantes llaman en la cinta san Juan Pablo II para recordarnos su canonización y confirmación oficial de sus supuestos milagros.
“Los espías se pasaron 20 años tratando de adjudicarle un amorío con una mujer a la que trataba de ayudar”
Pero, en el núcleo que más puede interesar a creyentes y no creyentes, hay detalles llamativos sobre el persistente seguimiento que el espionaje polaco hizo de Wojtyla. Las primeras pesquisa, al poco de terminar la Segunda Guerra Mundial, se debieron a “las sospechas de que él y otros sacerdotes sabían que la matanza de Katyn –la ejecución de más de 21.000 polacos en 1940– había sido obra de los rusos y no de los nazis, como aquellos hicieron creer en un principio”, señala un investigador.
Pero las indagaciones más esmeradas sobre la persona de Karol Wojtyla se llevaron a cabo en los años siguientes a su nombramiento como obispo auxiliar (1958) y como cardenal (1967). Tal como indican las cien carpetas de los papeles sobre Wojtyla depositados en el Instituto de la Memoria Nacional de Cracovia, los espías recopilaron todo tipo de información sobre los hábitos del cura, desde dónde guardaba los documentos hasta qué marca de ropa interior usaba.
Le consideraron “uno de los adversarios más peligrosos para el poder comunista en Polonia”, explica Marck Lasota, de la Academia Ignatianum de Cracovia. De ahí que le pincharan el teléfono y le instalaran micros. Y también por eso falsificaron el diario de una mujer en apuros a la que él intentaba ayudar: “Para desacreditarle, pasaron 20 años tratando de atribuirle un romance con esta señora”, señala Lasota.
Zavala da cancha a la tesis de que el KGB estuvo detrás del intento de asesinato de Wojtyla a manos de Ali Agca en 1981. Pero para el director, declarado admirador de Juan Pablo II, lo importante es “la posibilidad de aprender cosas buenas de él –dice–, como su continua invitación a la esperanza y a no tener miedo”. Especialmente en tiempos tan inciertos como estos, añade.